Construir respuestas a la vulnerabilidad: una responsabilidad común que demanda una respuesta en común

Por Teresa Ribera, directora del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI) y Michael Zammit Cutajar, secretario ejecutivo de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático (1991-2002) y asesor de IDDRI.

Las repercusiones de la degradación medioambiental y del cambio climático no son solo locales, como tampoco se quedan dentro de las fronteras nacionales los efectos de la pobreza, la injusticia y la vulnerabilidad. Es una realidad que hemos descubierto recientemente. La degradación, la vulnerabilidad y la pobreza han existido siempre en la historia de la humanidad, pero por primera vez hemos decidido colectivamente hacerlas frente juntos y no dejar a nadie atrás.

2015 ha sido muy positivo a nivel internacional para la lucha contra el cambio climático, así como para la seguridad alimentaria, la reducción de las desigualdades o el acceso a la energía, la educación, la sanidad y la protección social para todos. Pero ahora, para llevar a la práctica esta agenda transformadora, necesitamos fortalecer la acción nacional. Y, además, empezar a preguntarnos hasta qué punto es capaz la comunidad internacional de orquestar una respuesta conjunta a los desafíos a los que se enfrentan los más vulnerables, acompañando y complementando la responsabilidad principal de las autoridades locales para con sus ciudadanos.

El cambio hacia economías y sociedades sostenibles no será posible sin una base sólida y justa. Prestar atención a los más vulnerables –incluidos los que lo serán durante el periodo de transición- es un objetivo en sí mismo, es un imperativo moral. También es una condición necesaria para lograr una economía y una sociedad bajas en carbono y resilientes al cambio climático, capaces de ofrecer prosperidad para todos dentro de los límites planetarios. Si queremos dar respuesta a las necesidades de los más vulnerables, no podemos simplemente confiar en la tecnología, la innovación o los mercados para gestionar el cambio. Los gobiernos tienen la oportunidad de liderar el cambio de la manera más inteligente posible, creando oportunidades y abordando la vulnerabilidad. Esto implica la necesidad de definir una estrategia para acompañar y asistir a las personas más vulnerables.

Hay que prestar atención a aquéllos que se verán seriamente afectados por el cambio a una nueva economía, potencialmente impactados por el desempleo imputable a la reconversión de distintos sectores económicos. El cambio de industrias contaminantes a industrias “verdes” debe ir acompañado de estrategias que anticipen alternativas para los territorios en los que una parte significativa de la población y la actividad económica dependan de tales industrias. Se requieren instrumentos de apoyo para responder al desempleo potencial y respaldar la transición en las regiones afectadas. Construir un nuevo futuro para estas comarcas y reinvertir en ellas es un desafío enorme y de la máxima prioridad para los gobiernos. La reconversión es una tarea ardua: incluso a los países ricos comprometidos con su transición energética les está costando llevarla a efecto. Es necesario explorar soluciones, contando con la participación de los actores locales afectados.

Por otra parte, hay una sensibilidad creciente en torno a los impactos de la política medioambiental en la equidad social. Están relacionados con la fiscalidad ambiental, pero también con las decisiones en materia de acceso a los beneficios que proporcionan los ecosistemas y con la distribución de los costes asociados a su degradación. Grandes presas hidroeléctricas o la contaminación del aire imputable a las emisiones del transporte o de la industria son buenos ejemplos de la diferencia en la distribución de costes y beneficios. Los gobiernos deben aprender de los conflictos vividos en el pasado, con la aplicación de la primera generación de políticas e iniciativas de desarrollo sostenible. Algunos lo han hecho y han comenzado a activar una nueva generación de políticas como, por ejemplo, impuestos ambientales acompañados de medidas sociales de compensación para los más pobres o de inversiones que les proporcionen acceso a servicios que garanticen sus necesidades. Sería bueno compartir estas experiencias y conocimientos con otros países.

Incluso si se mitiga, sabemos que la degradación medioambiental tendrá graves repercusiones para millones de personas, ya sea como consecuencia de cambios abruptos o mediante alteraciones graduales acompañadas de múltiples riesgos. Por ejemplo, incluso si logramos limitar el incremento de la temperatura media a 2ºC (y ojalá sea sólo a 1.5ºC) es probable que el número de personas afectadas por olas de calor, sequías o inundaciones en África occidental aumentase en un 25%. De ahí la necesidad de abordar desde ya mismo las causas fundamentales de la extrema vulnerabilidad, impulsando el desarrollo económico y social, así como de mejorar nuestra capacidad de anticipación y de reacción ante dichas crisis. Pero si el origen de estas causas es global, es imprescindible que la respuesta que se arbitre proceda también de la comunidad internacional.

Hay algunas iniciativas alentadoras, como el marco para un Objetivo Global de Adaptación lanzado en la COP21 de clima, y el programa de Sendai sobre Reducción del Riesgo de Desastres, que está haciendo progresos en los estándares de reconstrucción posterior a los desastres, los sistemas de alerta temprana o los mecanismos de cobertura de riesgos. Pero es necesario reforzar y combinar mejor todos esos esfuerzos para mejorar la eficiencia de la respuesta humanitaria, la gestión de las migraciones internas e internacionales, y las garantías de protección de los derechos humanos de los migrantes. Y, una vez más, todo ello debe formar parte de un programa integrado y completo y con capacidad anticipatoria.

Tanto nacional como internacionalmente, es posible anticipar las situaciones de vulnerabilidad. La comunidad internacional tiene la responsabilidad de apoyar y complementar los esfuerzos nacionales. Proteger a los más vulnerables desde los inicios de una transición positiva es un gran desafío político para las próximas décadas. Construir una respuesta internacional común es un desafío incluso mayor.

Sitio web: Gabriel Ricardo Morales Fallon, trabajando por un mumdo mejor – Desarrollo Sostenible